Si recorres tus redes verás muchas teorías sobre por qué las viviendas “valen tanto”. Una explicación común apunta a los grandes inversores: según una encuesta nacional, casi la mitad de las personas (48 %) piensa que los inversores son la causa principal de la sensación de que la vivienda es inalcanzable.

Suena lógico... hasta que miras los datos. Al comparar percepciones con cifras reales se aprecia una imagen distinta y más matizada.

Es cierto que los inversores tienen presencia en el mercado y, en algunos vecindarios concretos, su actividad puede ser visible y relevante. Pueden comprar casas para alquiler, rehabilitarlas o consolidar carteras en zonas puntuales. No obstante, a nivel nacional las compras realizadas por grandes inversores —aquellos con carteras muy amplias— representan solo una pequeña fracción de las transacciones totales. Dicho de otro modo: la inmensa mayoría de las viviendas (aproximadamente el 97 %) siguen comprándolas y vendiéndolas personas y familias, no grandes fondos.

Eso no significa que la actividad inversora sea irrelevante: en áreas con alta demanda y escaso inventario su participación puede amplificar la competencia localmente. Pero esa es una dinámica regional —no la explicación única del incremento de precios en todo el país—.

El factor decisivo no es tanto quién compra como cuánto falta por construir o poner a la venta. La raíz del problema es una escasez estructural: durante años se construyó por debajo de lo necesario para atender la formación de nuevos hogares. Ese desajuste entre la demanda (familias que buscan casa) y la oferta (viviendas disponibles) ha presionado los precios al alza en la mayoría de los mercados.

Además, cuando hay menos casas disponibles, cualquier comprador adicional añade presión sobre los precios.

Otros elementos que influyen son los costes de construcción, la disponibilidad de suelo y regulaciones locales que ralentizan nuevos desarrollos. En conjunto, estos factores explican mucho mejor la subida de precios que la idea de que “los inversores nos están quitando las viviendas”.

No. La situación es compleja, pero hay señales de cambio: se están construyendo más viviendas y, en algunos mercados, el inventario está empezando a incrementarse. Ese ajuste no ocurre de la noche a la mañana —la construcción y las aprobaciones llevan tiempo— pero con más oferta disponible es razonable esperar que la presión sobre los precios se atenúe progresivamente.

Para los compradores y vendedores la clave es entender las circunstancias locales: en zonas con escasez extrema la competencia seguirá siendo fuerte; en otras, donde la oferta crece, puede haber más margen de negociación y opciones. Por eso actuar basándose en datos locales y no solo en titulares es fundamental.


Conclusión

Culpar a los inversores es una explicación fácil y llamativa, pero los datos muestran que la cuestión central es la falta de viviendas suficientes. Si quieres tomar decisiones acertadas —comprar, vender o esperar— lo útil es analizar las cifras reales de tu mercado y hablar con un experto local que te explique cómo se traduce todo esto en tu barrio.

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